
Yo, como muchas otras personas que habrán leído esto, me
pregunto entonces por qué no seguir peleando. Por qué darnos por vencidos y
conformarnos con un amor cómodo y seguro en lugar de abandonar los miedos y
darlo todo por esa persona que con sólo una mirada nos perturba el alma. Sé que
todos estamos pensando en alguien. Una persona que, por mucho tiempo que pase,
por muchas cosas que ocurran, siempre está ahí. Una persona que podemos dejar
de ver meses y meses, pero que con sólo cruzártelo en la calle y apenas
intercambiar un “hola”, hace que tu día se vuelva del revés, el corazón te
palpite deprisa y vuelvan a ti todas esas emociones que creías olvidadas pero
que sólo dormitaban a la espera de que esa persona volviera a despertarlas.

Yo estoy convencida de que, como decía el texto, todos
nacemos conectados de un modo u otro a otra persona. No significa que sólo haya
una media naranja en el mundo para ti, no, sino, ¡qué difícil sería
encontrarla! Digo que siempre habrá una persona de aquellas que conozcas en tu
vida que lo sea. Una persona que encaje contigo a la perfección, cuyas
similitudes sean las justas y vuestras diferencias las perfectas para
complementaros. Una persona que te refleje tal y como eres y que te ame así, al
igual que tú a ella. En principio, esta persona debería ser también la que
supere contigo todos los obstáculos y acabe a tu lado para siempre, claro está,
pero a veces… a veces esa persona aparece en tu vida en el momento equivocado,
en la persona equivocada o en ambas a la vez. Y, por muy románticos que nos
pongamos, nuestra vida está conformada por muchos más hilos aparte del
puramente amoroso y es complicado, a veces, saltarte todo el entramado sólo por
dar una oportunidad a algo que intuyes seguro pero, a la vez, escapa totalmente
a tu comprensión (y es que ya se sabe: no hay mayor locura que amar con
locura).

Así que también creo firmemente en la necesidad de no
rendirse. De dar oportunidad al tiempo para que ese momento deje de ser el
equivocado, para que esa persona se convierta en la correcta. Vivir la vida,
claro está, y disfrutar de cada segundo de ella con la persona que haya
decidido ocupar tu corazón en ese momento pero… no cerrar esa puerta
definitivamente. No quedarnos quietos a esperar, tampoco es eso. Dejar que las
cosas sucedan, cambien, den la vuelta. Formar parte de cada instante y
entregarse al máximo en cada ocasión que la vida nos dé para sentirnos felices.
Dar, tan sólo, un voto de confianza, aunque sea en silencio, en la distancia,
apenas perceptible. Dejar adormilados todos esos sentimientos hasta que sea el
lugar y momento oportuno para despertarse. Y, cuando llegue ese momento, reunir
valor e intentar ser, simplemente, feliz.
Y es que, como decía aquel texto al que aludí al principio: “a
veces se desprende más energía discutiendo con alguien a quien amas, que haciendo
el amor con alguien a quien aprecias.” Y yo no pienso dejar de luchar nunca con
todas mis fuerzas por encontrar ese dulce y tierno final feliz…
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