lunes, 13 de abril de 2015

AMISTADES INTERGENERACIONALES

Hay amistades que no deberían existir aunque tal vez sólo sea por una diferencia generacional evidente. Personas a las que nunca deberías haber conocido en ciertos ambientes. Sentimientos que nadie apostaría pudieran nacer.

Hace ya casi seis años yo era maestra de prácticas en un colegio de mi pueblo. Allí, di clases a niños de 12 años (6º de Primaria) durante casi seis meses. Los vi prepararse en su último año de colegio, los acompañé a que vieran el que sería su futuro instituto y vi, emocionada, cómo se graduaban en fin de curso. Junto a aquellos niños a los que acompañé al final de aquel camino que habían comenzado con tres años, se graduaban otros dos cursos de 6º. Observé a todos los chicos y chicas, aunque sólo el 6º al que yo conocía significaba realmente algo para mí. No reparé en ninguna niña de pelo claro y ojos azules que, seguramente, subió al escenario al lado de los míos. No me fijé en su mirada dulce o su aire angelical. Si algo pudo llamar mi atención de ella, no lo recuerdo. Era una niña de 12 años y yo una joven de 22. Diez años eran una barrera excesiva y esos niños y niñas sólo podían ser mis alumnos y alumnas o los alumnos y alumnas de otros maestros. No había otro término posible para la relación que podríamos haber establecido entonces. Jamás pensé que pudiera haberlo.

Seis años más tarde, al amparo de una serie que nunca vio la luz, me presentaron a dos chicas de 17 años que en principio iban a ser, tan sólo, compañeras de “reparto”. Ninguna de ellas me resultó familiar, ninguna de ellas era conocida mía. Estudiantes de su último año de instituto cuando yo acaba de comenzar a ejercer como maestra, parecían algo alejadas de mi mundo pero no tanto como para no poder llevarnos bien y compartir algunas horas de nuestra vida. Tampoco reparé en aquellos ojos azules de mirada angelical de una de ellas…

El tiempo pasó y, sin que ninguna de nosotras lo esperáramos, se creó un vínculo que ninguna hubiéramos podido imaginar. Nos convertimos en tres jóvenes locas y divertidas que compartíamos secretos, momentos de diversión y de llantos, fiestas y dramas, vídeos sin pudor y algún que otro viaje. Nunca me planteé que, años atrás, aquella amistad habría sido surrealista. Nunca hasta que aquel chico se acercó aquella desenfrenada noche de feria y su rostro familiar me hizo preguntarme quién era. Nunca hasta que él mismo me reconoció como “su seño”. Entonces, algo encajó. Aquellas dos almas que habían entrado en mi vida para formar parte de ella habían sido, seis años atrás, niñas de 12 años mientras yo daba clases a otros niños de su edad. Podrían haber sido alguna de mis alumnas, algunas de aquellas pequeñas criaturas que me confesaban sus primeros problemas pre-adolescentes, aquellas que se liaban con las matemáticas o que cometían todavía ciertas faltas de ortografía. Una de ellas, de hecho, había subido al escenario aquella tarde ya tan lejana a graduarse junto a los que sí habían sido alumnos míos. Sólo una cuestión de casuística (que me dieran un 6º para mis prácticas y no otro) había hecho que no lo fuera. En aquel entonces jamás me habría planteado ser amiga de ninguna de mis alumnas. En aquel entonces nunca habría imaginado salir a bailar, a beber o a desfasar con ninguna de ellas, por mucho tiempo que pasara. Era tan absurdo…

Sin embargo, mis niñas, mis supernenas, aquí estamos, ¿no? Diez años de diferencia que siguen siendo diez años, pero que ahora no parecen tan infranqueables. Para algunos será una amistad que aún carece de sentido o que es tan sólo temporal. Yo no puedo prometer que sea para siempre, si algo he aprendido de la vida es que la única persona que va a estar contigo hasta el fin de tus días eres tú misma. Sin embargo, ahora son personas fundamentales en mi existencia que sé que piensan en mí con el mismo cariño y amor con los que yo pienso en ellas. Sé que se preocupan por mí, que saben cuándo estoy bien y cuándo mal y que pueden comprender muchos de mis gestos sólo con mirarme. Apenas hace un año que nos conocemos pero, de algún modo, hemos vivido muchas cosas. Y no, no se trata sólo de divertirnos, no se trata sólo de pasar el rato, no se trata de haber encontrado compañía o alguien con quien salir. Esos abrazos cuando nos vemos, esos besos sinceros, esas conversaciones que pueden durar horas…

El verano terminó de forjar una amistad que nació días antes de Semana Santa. Fuimos al Foster (mítica foto con las faldas azules), compartimos días de arena y descontrol en la playa con los perros, nos hicimos fotos preciosas en la Chullera… y, cómo no, vivimos mil noches y una más en el puerto y el Tolone y, cómo olvidarlo, en la feria. Terminamos aquel verano en Almendralejo y compartimos cinco días completos, incluyendo Aquapark y un videoclip que, espero, será el primero de unos cuantos J No podía dejar de dedicaros un pequeño espacio aquí, en mi lugar secreto del mundo, el lugar donde me dejo llevar y expreso lo que siento. No podía dejar de daros las gracias por haberme hecho formar parte de este trío que montamos. Por ese cariño inmenso que compartimos y por todas las aventuras que aún nos quedan por vivir. Que sean muchas y mejores, es lo único que puedo desear por ahora.

Hay amistades que no deberían existir aunque tal vez sólo sea por una diferencia generacional evidente. Pero, a ciertas alturas de la vida, la edad se convierte sólo en un número, y el corazón elige a quién quiere tener a su lado, aunque mi cuerpo tenga una decena más en su haber que el vuestro. Y mi corazón (como el vuestro) ha decidido embarcarse en esta amistad sin que importe el año en que nacimos, sin preocuparnos si nuestros hijos podrán jugar juntos o serán los míos los que cuiden a los vuestros (o al revés, nunca se sabe), sin que nos agobie en exceso pensar en el futuro. Al fin y al cabo, si hace seis años nuestra amistad hubiera sido imposible, y ahora tan sólo era poco probable… de aquí a seis años será, tan sólo, una amistad como otra cualquiera entre chicas de edades apenas discrepantes.


Mis niñas, mis amores, mis supernenas… os quiero, ya lo sabéis. Las arrugas nos surcarán la piel a las tres algún día y dejará de importar, sin duda, a quién le salieron primero… J