jueves, 13 de agosto de 2015

ANTE TODO, NOSOTROS

Hace mucho que no escribo nada en mi pequeño blog y hace unas semanas que esta “historia” me ronda la cabeza así que, qué mejor lugar para exponerla que éste, mi pequeño rincón.

Antes de entrar de lleno en el tema del que quiero hablar me gustaría aclarar que vivo con dos perros. Una de ellas es mía, la adopté cuando apenas tenía tres meses y ahora va a cumplir seis años. Forma parte de mi casa y de mi familia, la quiero, cómo no, porque siempre está ahí, para bien o para mal, porque yo escogí tenerla y le debo cuidado y cariño; la quiero, sí, pero con un amor que no se puede comparar con el que siento por familiares o amigos, porque es un animal, no una persona. No es mi hija, ni mucho menos, ni mi hermana ni mi amiga.

Es mi perra, y no, no la golpearía (más allá de los zapatillazos que se lleva cuando me la lía) ni la maltrataría al igual que no golpearía ni maltrataría a ningún miembro de mi familia o de mi grupo de amigos. Me encanta que por las mañanas se tumbe a mi lado y me dé los buenos días “a su manera”, me encanta llegar a casa y saber que va a estar ahí, en la puerta, ansiosa por verme (sea por la razón que sea), me fascina cómo intuye cuando estoy triste o enferma y se queda a mi lado, quietecita, sin querer separarse de mí, como si supiera que estoy mal y quisiera darme ánimos. Es “mi” perra y por eso la quiero más que a cualquier otro animal de este mundo. Pero, aunque soy consciente de que a veces la trato como a un bebé, aunque la he malcriado y le he consentido mil tonterías, nunca he dejado de pensar que es un perro. Ya entenderéis por donde voy más tarde.

La otra perrita con la que convivo es de mi hermano. Se la encontró abandonada, atada a la farola de un bar a las dos de la mañana. Podéis indignaros, criticar al que lo hizo, llevaros las manos a la cabeza… ya casi lo veo. Pero, sinceramente, no sé por qué debería sorprendernos. El ser humano es el único capaz de hacer daño por hacer daño, ¿hace falta de verdad que sea contra un animal para que nos demos cuenta de ello, para que nos indignemos, para que reaccionemos?

Llevo mucho tiempo viendo en el Facebook, Twitter y otras redes sociales, así como en los medios de comunicación, denuncias sobre el maltrato animal, mensajes de auxilio para adoptar, mensajes indignados contra el abuso o el abandono… Lo comprendo. Lo comprendo perfectamente. El ser humano, como teóricamente el único ser dotado de raciocinio, debería mostrar precisamente eso, humanidad, y no utilizar su fuerza o su superioridad racional para hacer daño a otros animales. Pero lo hace. Y, como he comentado anteriormente, no sé de qué nos sorprende. De hecho, esta es la razón por la que necesito escribir esto.

Creo que desde hace demasiado tiempo ya hemos perdido totalmente el juicio con estos temas. Me alegra ver que existen personas que se apiadan de los animales, de alguna manera habrá que compensar por aquellos desalmados que los maltratan, abusan de ellos, los abandonan o los matan directamente. Pero… ¿hasta qué punto? Es decir, ¿no parece que nos estamos preocupando más por los animales que por otros seres humanos?

Cada vez que veo la foto de un toro malherido y lleno de sangre se me ponen los pelos de punta. He tenido que asistir a alguna corrida de toros y, más allá de los primeros minutos, en los que toro y torero bailan en igualdad de condiciones, el resto me ha parecido una brutalidad contra el pobre animalillo, una lucha completamente desigual en la que, sinceramente, me parece que el que más conexión logra con el toro es, precisamente, el torero, aunque parezca mentira. No estoy de acuerdo con acabar con este “arte” pero sí creo que habría muchas cosas que cambiar. Sin embargo, y a pesar de que aún recuerdo la tierra llena de sangre del todo que cayó frente a lugar donde estaba yo sentada, no puedo entender cuando alguien me dice que ojalá el toro cogiera al torero y lo matara. No soy de las que se echa las manos a la cabeza cuando el toro coge al torero, me parece que es parte de su oficio y que el torero lo sabe. La mayor parte de las veces, va a ganar él, pero hay un porcentaje de posibilidades de que sea el toro el que tenga suerte en la batalla. Pero, ante la muerte de un animal o de una persona… No creo que haga falta decir nada más.

Las protectoras de animales (de donde procede, por ejemplo, mi Dulce), llenan mi muro de Facebook de animales (sobre todo perros y gatos) abandonados, atropellados, dejados de la mano de Dios, por así decirlo. Me indigna, claro que sí. Creo que, como seres humanos, deberíamos empezar a ser responsables de verdad de nuestros actos. No se puede comprar o acoger un animal como si fuera un juguete, estamos hartos de escucharlo. No se puede dejar atrás un ser vivo que forma parte de tu familia porque estorba, porque no sabes qué hacer con él, porque llega el verano y hay que salir de viaje. Tener un perro o un gato conlleva ciertas responsabilidades. Por supuesto, no quiero decir que no se vaya uno de viaje o que no pueda pasar unos días fuera de casa, pero hay que saber dónde vamos a dejar a nuestro animalito y, sobre todo, saber que, al regresar, vamos a volver a tenerlo a nuestro lado. No comprendo cómo se puede abandonar a un
perrito o un gatito que ha convivido contigo aunque sólo sea unos meses, son seres que te dan una compañía y un cariño bastante particulares y me parece muy poco humano dejarlos atrás sin más, habiendo otras alternativas siempre (la primera de todas, no tenerlo si no sabes qué vas a hacer con él después). Ya ni hablemos del maltrato, porque creo que cualquier forma de maltrato es muy poco humana, cuanto más a seres indefensos (un niño, un anciano, un perrito pequeño…), porque es de cobardes. Pegar a un ser que no se va a defender es de cobardes y, sin duda, un animalito que se ha criado contigo y que confía en ti no lo va a hacer (a excepción de la mía, pero bueno, es que mi perra requeriría un blog entero para ella sola). Pero… ¿acaso no hay mujeres y hombres maltratados por sus parejas? ¿Acaso no hay padres (incluyo aquí a las madres, lo del género de las palabras no es lo mío) que golpean a sus hijos? ¿Cuántos bebés recién nacidos son abandonados por ahí? ¿Cuántas noticias hemos escuchado de bebés al borde de la muerte por una paliza del padre, la madre o la pareja de alguno de ambos? Hoy en día, después del caso de José Bretón y de otros tantos que han matado a sus propios hijos a sangre fría, no sé cómo puede sorprendernos que un ser humano golpee a un animal. 

Algunos me saltarán que no es lo mismo, que los animalillos son seres indefensos y que alguien tiene que velar por ellos pero… ¿de verdad no están indefensos esos bebés, esas mujeres y hombres maltratados previamente psicológicamente, esos niños que confían en sus familiares? Voy a ir más allá, el ser humano sigue entrando en guerras, sigue habiendo asesinos, secuestradores y violadores que hacen daño a personas que ni conocen solo por el placer de hacerlo, sin duda, desequilibrados mentales, sí, pero… si hay personas que hacen daño a otras personas, ¿cómo podemos siquiera pensar que no va a haber personas que hagan daño a otros animales que no son de su especie?

Y sí, creo que aquí es donde está el meollo de lo que quiero decir. Soy de las primeras que admite que se me cae la baba con un cachorrillo de perro o gato, que se agacha para tocar cualquier animalillos que se ponga por delante, que mira con lástima los animales tras los cristales de las tiendas de animales preguntándome si realmente estarán bien o no, Me siento orgullosa de esas personas que dan la cara por otros animales, de esos seres “indefensos” que, aunque sin duda son más fuertes que nosotros (leones, osos, tigres, elefantes… ¿quién duda de su superioridad física? Y, pese a ello, siguen sufriendo el maltrato en circos, siguen encerrados en jaulas en algunos zoos, siguen siendo cazados y subyugados por el ser humano, sin duda, inferior si nos enfrentáramos cuerpo a cuerpo con ellos), tienen la desventaja de no pensar, de no razonar, de no tender trampas ni intuirlas. Pero creo que, ante todo, deberíamos estar nosotros. Nosotros, los humanos. Entiéndase por humano todos los seres humanos que ejercen su humanidad. Para mí hay personas que han perdido esa categoría, que conste. Pero el resto, sigue estando por delante de los demás animales, aunque sólo sea por compartir conmigo la especie. Sí, tenemos razón y podemos elegir, claro está. No somos igual que el resto de los animales pero… ¿de verdad tenemos que elegir? Quiero decir, ¿hasta qué punto se antepone la vida de un ser humano (vuelvo a recalcar que para mí es todo aquel que aún conserva su humanidad) a la de un animal?

Ojo, no estoy diciendo que los que defienden los derechos de los animales no piensen en las personas, esto no es un juicio contra las denuncias ante el maltrato animal porque creo que es necesario que salga y que salga de nosotros, los humanos (si los animales se pudieran defender en ese sentido, no seríamos los únicos seres vivos dotados de razón). Sólo estoy diciendo que, por favor, no perdamos la cabeza, no nos excedamos con ciertos límites. Que no olvidemos que somos humanos y que hay miles, millones de seres humanos en este mundo que lo están pasando mal, que están sufriendo, que necesitan ayuda también y que, tal vez, están siendo olvidados. Personas que están perdiendo su hogar, que no tienen que comer, niños que no tienen regalos por Reyes, niños que no tienen que comer, otros que carecen de las vacunas necesarias, algunos que morirán sin dejar de serlo, tan pronto, tan antes de tiempo…

He comenzado diciendo que quiero a mi perra, sí, la adoro. Pero, por mucho que me doliera, por mucho que sé que viviría siempre con esa imagen en mi mente, si tuviera que elegir entre ella y un ser humano… no habría duda. El ejemplo típico es el del precipicio, supongo, si tuviera a cada uno en una mano y sólo pudiera sostener a uno, ¿a quién soltaría? Sé de personas que dirían que soltarían a la persona porque su perro es como su hijo pero… por mucho amor que le tenga (y que conste que es muchísimo, que a veces sueño que le pasa algo a mi perrita y me despierto muy agobiada), un ser humano es un ser humano y no se puede elegir. Por suerte, no hay precipicios a la vista y la elección no es necesaria.

Realmente, nunca lo es, por suerte, y podemos ayudar a animales y seres humanos por igual. Así pues, sin desear que esto sea una crítica para los que dan la cara por los animalillos que lo merecen, por favor, no perdamos nunca de vista qué somos. Y que, ante todo, estemos nosotros como seres humanos. Somos la única especie que se autodestruye a sí misma así que, si queda alguien con humanidad suficiente para apiadarse de otra especie, espero que haya esperanza para la humanidad en sí. Como decía aquel anuncio, “el ser humano es el único que puede salvar a otro ser humano.”

Y en nuestras manos está salvarnos… y salvar al resto.