jueves, 22 de enero de 2015

HAZ FELIZ A ALGUIEN




El último eslogan de Coca-Cola de esta Navidad ha sido éste. Haz feliz a alguien, decían, y en la radio podíamos escuchar a una abuela agradeciendo a su nieto que comiera sin rechistar la cena que nunca le gustaba, a una amiga agradeciendo a la otra que se pusiera el jersey que le regaló, aunque lo odiara; y en la televisión veíamos escenas parecidas, donde, como bien comentaba el anuncio, “hacer feliz a alguien no cuesta nada.”

Y yo me pregunto: ¿y si hiciéramos de ese eslogan publicitario (Coca-cola siempre nos toca la fibra sensible con sus anuncios, quién puede haber olvidado, por ejemplo, aquel que decía: para los altos, para los bajos, para todos…) nuestra forma de vida? ¿Y si cada mañana nos levantáramos con el único propósito de hacer feliz a alguien? Alguno de vosotros pensará que qué clase de propósito es ese, que todos deberíamos proponernos ser felices nosotros mismos pero… ¿acaso hacer feliz a los demás no es el mejor modo de ser nosotros felices? ¿Acaso ser la causa de una sonrisa no es la causa de la nuestra? Yo soy muy consciente de eso. Creo que el ser humano es egoísta hasta en el más generoso de sus actos porque, aún sin buscar jamás recompensa tangible alguna, siempre buscamos, mínimamente, el agradecimiento de aquellos por los que hacemos algo y ese egoísmo es para mí generoso, porque compartir una sonrisa tampoco cuesta nada y puede aportar tantísimo…

¿Qué sería del mundo si nos dedicáramos todos y cada uno de nosotros en hacer feliz a alguien? No sería tan complicado, no sería tan excesivo. Se trata, tan sólo, de dar los buenos días con una sonrisa a la persona que nos espera en el ascensor. De dar las gracias con alegría a esa empleada de la tienda que nos ha tratado con amabilidad. De abrazar a ese amigo que vimos ayer pero que nos alegra contar con él cada día. De regalar nuestros besos más sinceros a las personas que se lo merecen, de ser capaz de agradecer los pequeños gestos que tienen hacia nosotros, de poder tener esos pequeños gestos con las personas que nos rodean. Escribir un mensaje (me da igual la forma o el medio) a una persona que estimamos y que la distancia y el tiempo no nos permite tener a nuestra vera, recordar constantemente a la gente que nos rodea y nos importa precisamente eso, que nos importa, que sin ellos las cosas no serían iguales, que son una parte fundamental de nuestras vidas. Decir te quiero alto y sin miedo al amor de nuestras vidas, sí, pero también a nuestra familia, a nuestros amigos, a la gente a la que queremos, porque se puede querer a tanta gente a la vez y de tan distintas formas…

Y, poco a poco, cada día, ir siendo felices nosotros mismos con esos aportes de felicidad ajena, sentirnos bien con nosotros mismos, dejar atrás los sentimientos negativos que no nos llevan a ninguna parte y aferrarnos a esos pequeños momentos de positividad que nos lo dan todo.

Hacer feliz a alguien y ser felices nosotros. Quizás entonces podamos acostarnos con una enorme sonrisa en los labios y la sensación de que ha merecido la pena. 

jueves, 15 de enero de 2015

CONSEJOS PARA UNA VIDA PLENA

Vive tu vida como si no hubiera mañana, disfruta cada instante como si fuera el último, haz las cosas que harías si no existiera un futuro: no te enredes entre los peros y los porqués, no te ahogues con miles de excusas, no pierdas el tiempo, tu tiempo, no dejes que se te escape la oportunidad de ser feliz, no permitas que el miedo y la culpa te roben un solo segundo: cierra los ojos y siente qué desearías hacer, hacer de verdad, y hazlo ahora; nunca se sabe qué ocurrirá en el después.
Piensa con la cabeza, siente con el corazón, y cuando no estén de acuerdo ríndete a lo que tu instinto te quiera guiar.
La vida es sencilla, nosotros somos los verdaderamente complicados. El camino y la verdad siempre están ahí, sólo hay que tener el valor de recorrerlo y encontrarla.

No te arrepientas de lo que hiciste, porque lo hiciste por alguna razón; arrepiéntete sólo de lo que no has hecho, porque quizás una oportunidad se perdió en el vacío para siempre.

Confía en la gente que te quiere, son los que más daño pueden hacerte pero también los únicos que siempre velarán por tu bienestar.

Amor y amistad comparten raíz y sentido, deja que ambos sean los pilares reales de tu vida.

No te culpes de que alguien te falle, cuando lo das todo a cambio de nada el que se ha equivocado no eres tú, sino aquel que no supo apreciar quién eras.

No menosprecies al señor tiempo, compañero de viaje ineludible de todo ser humano, pues ir de su mano a veces puede ser la cura de nuestro dolor, diluyéndose en las aguas del olvido, y a veces, por no darnos cuenta de su valor, no hace perder la oportunidad de lo que realmente queríamos.

El ayer ya pasó, el mañana es incierto, el hoy es lo único que tienes realmente. Sé, simplemente, feliz.








DUEÑOS DE NUESTRO TIEMPO


El ser humano es el único ser vivo que conoce a la perfección la brevedad de su paso por este mundo, lo efímero de este caminar llamado vida; es el único ser vivo consciente de que todo puede terminar de un momento a otro y, sin embargo, también es el único capaz de dejar de hacer algo, de decir algo, de mostrar algo… para un mañana hipotético e inseguro, un mañana que, quizás, no exista.

Qué absurdo nuestro empeño en creernos dueños del tiempo… Hablamos del futuro como lo que siempre estará ahí, abierto a todas las posibilidades que nosotros queramos otorgarle. Soñamos, bien sea dormidos o despiertos, con ser algo diferente a lo que somos ahora, con hacer cosas que ahora no podemos o no queremos hacer, con conocer a ese alguien especial que cambiará nuestras vidas para siempre. Desde pequeños parecemos destinados a construir nuestro presente en post del futuro que deseamos, creando todo un mundo irreal en base a nuestras expectativas: de mayor quiero ser… cuando tenga dinero voy a… quiero que mis hijos sean… mi marido/mujer ideal serían… cuando crezca me gustaría… Y así, dejamos que nuestras ilusiones nos vayan guiando, aunque vayan muriendo poco a poco a base de realidades y nuestras expectativas vayan cambiando; ya no querremos ser futbolistas o artistas famosos sino conseguir un trabajo en algo que nos guste, esa hipotética casa con piscina propia y numerosas habitaciones se convierte en un piso con una hipoteca que no nos asfixie demasiado, nos da igual que nuestros hijos sean guapos o feos con tal de que nazcan sanos, de nuestra pareja solo buscaremos que nos ame para siempre y sin condiciones, aunque las arrugas vayan surcando poco a poco nuestra piel, aunque ya no tengamos los encantos de la juventud que amábamos; y ya no habrá un cuando crezca, porque habremos crecido y nos conformaremos con ser, simplemente, felices.

Sin embargo, pese a que la realidad nos arrolla día a día con las evidencias, seguimos soñando, porque ¿qué sería el ser humano sin ilusiones?

El problema real no es esto, claro está. El problema es que parece que confiamos en que el tiempo, como bien dice el dicho, lo ponga todo en su lugar. Pero no es así, porque el tiempo sólo pasa y somos nosotros quienes hemos de colocar el desorden que pueda protagonizar nuestras vidas. Mas, cuando algo no va del todo bien, cuando nos falta algo, seguimos mirando más allá de nuestro presente en busca de respuestas, en busca del consuelo que nos falta: mañana será otro día, el tiempo todo lo cura… sin darnos cuenta de que somos nosotros los que tenemos que hacer algo para que algo ocurra, somos nosotros quienes debemos luchar por nuestros sueños e ilusiones, somos nosotros los únicos dueños del tiempo que ahora se nos regala, sin que tengamos derecho a esperar nada más allá del hoy.

Estos últimos meses he vivido de cerca situaciones en que la vida se ha escapado de personas que ni siquiera podían intuirlo. No eran personas cercanas a mí, ni siquiera las conocía, pero formaban, de un modo u otro, parte de los entornos en los que vivo y su marcha, repentina y sin previo aviso, me ha hecho reflexionar sobre el tiempo que desperdiciamos pensando en un mañana y lo poco que hacemos realmente por el hoy; así como en ciertas ideas de cómo deberíamos apreciar cada instante que tenemos (y sí, ese tópico de vive tu vida como si fuera el último día, es lo primero que me ha venido a la cabeza). Y los “consejos para una vida plena”, que escribí hace un par de veranos con otra perspectiva totalmente diferente pero que venían a significar lo mismo, han llegado a mi mente y no podía sino compartirlos con vosotros en la primera entrada de este blog en el que espero poder recoger muchas más reflexiones sobre las cosas que sienta, piense o, simplemente, viva.

Yo también tengo sueños, yo también pienso en el futuro, al fin y al cabo es inherente a la capacidad de razonamiento esto de medir las consecuencias de nuestros actos, esto de buscar siempre mejoras en lo que tenemos, esto de tener metas que alcanzar, incentivos para seguir siempre adelante, para no “conformarnos”; no se trata de que crea que no hay que pensar en el mañana, sólo de que ese “mañana” no condicione del todo nuestro “hoy” y, sobre todo, de que no vivamos sólo en la esperanza de ese día siguiente sin disfrutar plenamente del ahora.

Y es que sí, el ser humano es el único que deja todo lo verdaderamente importante de su vida para mañana: un “te quiero” al amor de nuestras vidas, aunque sea imposible; un “lo siento” sincero a aquella persona que lastimamos y que nos hubiera gustado tanto recuperar, un “quiero que formes parte de mi vida siempre” a los amigos que damos por hecho; un “me importas” a aquellas personas imprescindibles para que sonriamos día tras día, un “te perdono” a aquel que nos hizo daño pero que nuestro corazón se muere por recuperar a pesar del orgullo… Siempre dejamos para mañana esas cosas importantes, siempre dejamos en manos del destino esa felicidad que podría ser, esperando que sea el momento, que sea el lugar… buscando un tiempo perfecto que nunca va a existir pero que nos mantiene a flote en la balsa de la ilusión cuando el presente se nos antoja un mar carente de final y de sentido; siempre soñando con que, en el futuro, casi por arte de magia, llegará el momento en que todo esté bien.


Pero, querido ser humano, ese momento ya ha llegado y es ahora. Ahora, porque tienes la oportunidad de vivir; ahora, porque sigues respirando; ahora, porque sólo ahora eres el verdadero dueño de tu tiempo. Así que, aunque sé que ni yo misma lo haré, no está de más que intentemos vivir al máximo nuestro hoy sin pensar demasiado en qué pasará en el futuro (eso no significa que no nos preocupemos por las consecuencias de nuestros actos, sólo significa que nuestros actos merezcan la pena realmente, tengan las consecuencias que tengan) que seamos felices, felices de verdad, y que hagamos todo lo que tengamos que hacer para despertarnos con una sonrisa cada mañana, disfrutando de lo que tenemos ya, luchando por lograr lo que soñamos, sí, pero sin despreciar por ello lo que ya nos ha otorgado la vida. Ser felices hoy, sin más ni más. Y mañana… ¿quién sabe si podemos contar con un mañana?