Hay veces que el pasado
vuelve en forma de presente y te trae recuerdos que creías olvidados… Momentos
de tu vida que pasaron y que habías dejado guardados en un cajón profundo,
momentos con sus más y con sus menos de los que, sin ninguna duda, soy parte yo
misma, errores y aciertos incluidos.
Es curioso, porque sigo compartiendo mi vida con la mayor parte de los protagonistas de esa parte de mi ayer y, sin embargo, has sido tú el que le ha dado un sentido a ciertos destellos que perdían, poco a poco, su intensidad en el mar del tiempo, que, a veces, se torna océano.
Supongo que en parte es
porque contigo nunca tuve una relación igual que con el resto. Fuera por el
motivo que fuera, (y desde luego nada tenía que ver con querer aprovecharnos el
uno del otro para tener mejor o peor nota), existía cierta chispa, la forma en
que teníamos de ver el mundo, tan diferente pero con cierto punto final en
común; tus filosofías, tan elaboradas, las mías, tan fantasiosas…
Los años han pasado por
nuestras vidas en la distancia, sin saber apenas el uno del otro más que por las
redes sociales, que a veces te atrapan como las propias redes, y a veces son tan
sociales como ellas mismas. Nos hemos hecho mayores (por supuesto, no
demasiado, no hay que darle tantas vueltas), hemos aprendido de todo lo que
hemos vivido, hemos extraído conclusiones y hemos madurado (al menos, un
poquito). Vamos estableciendo poco a poco, en la medida en que los días que
corren nos dejan, nuestras vidas. Casa, trabajo, dinero (siempre relativo,
claro está)…
Y, de repente, miramos
atrás y nos preguntamos, de algún modo, qué ha pasado con lo que éramos. Yo, al
menos, lo he hecho más de una vez. Pero se deja el tiempo pasar, como si él
sólo fuera a hacer algo más que cerrar, cada vez más, el recuerdo. Mas con esto
ocurre, supongo, como con los amores: el destino, en el que sólo creo
relativamente, se empeña en que algunas personas nunca dejen de forma parte de
tu vida (llámalo destino, llámalo pura cabezonería del corazón), y algo tan
absurdo como quedar una tarde (algo que todos los días se hace con algún amigo,
un gesto común, aparentemente sin mucha importancia) nos hace retroceder
en el tiempo a la vez que nos permite
reencontrarnos en el presente evaluando los daños que las ausencias hayan
podido causar.
Por suerte, a mi parecer,
no han sido tantos. Seguimos siendo nosotros, con nuestros recuerdos y nuevas
experiencias añadidas en la maleta del saber, cada uno con su perspectiva de lo
que compartimos, cada uno con su forma de querer al otro, pero nuestras miradas
se cruzan y yo aún veo esa persona que conocí años atrás, esa picardía que
disfraza a veces tu corazón, esas bromas que aligeran el peso de las penas de
la vida, ese dolor escondido tan abajo, esa forma de superar todo lo que la
vida te eche…
Sabes que éste es mi
mundo secreto, que el papel es la forma más directa que conoce mi corazón de
comunicarse, así que no podía dejar de escribirte esto, de dedicarte algo hoy a
ti, que me has recordado tantas cosas y que me has hecho sentir como si, en parte,
apenas hubiera pasado el tiempo. Agradecer el cariño que una recibe siempre es
necesario y totalmente justo y éste es el mejor modo que conozco.
Perdona si las fotos son
algo que preferirías no ver. Recuerda, amigo mío, que cuando el pasado duele es
porque, de alguna manera, fue importante para nosotros. Así que, de vez en
cuando, no está de más volver la vista atrás y permitir que nos atrape unos segundos,
sobre todo si, al regresar la mirada hacia el presente, lo mejor de él sigue a
nuestro lado.
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