jueves, 25 de junio de 2015

GRACIAS

Hay veces que el pasado vuelve en forma de presente y te trae recuerdos que creías olvidados… Momentos de tu vida que pasaron y que habías dejado guardados en un cajón profundo, momentos con sus más y con sus menos de los que, sin ninguna duda, soy parte yo misma, errores y aciertos incluidos.

 Es curioso, porque sigo compartiendo mi vida con la mayor parte de los protagonistas de esa parte de mi ayer y, sin embargo, has sido tú el que le ha dado un sentido a ciertos destellos que perdían, poco a poco, su intensidad en el mar del tiempo, que, a veces, se torna océano.

Supongo que en parte es porque contigo nunca tuve una relación igual que con el resto. Fuera por el motivo que fuera, (y desde luego nada tenía que ver con querer aprovecharnos el uno del otro para tener mejor o peor nota), existía cierta chispa, la forma en que teníamos de ver el mundo, tan diferente pero con cierto punto final en común; tus filosofías, tan elaboradas, las mías, tan fantasiosas…

Los años han pasado por nuestras vidas en la distancia, sin saber apenas el uno del otro más que por las redes sociales, que a veces te atrapan como las propias redes, y a veces son tan sociales como ellas mismas. Nos hemos hecho mayores (por supuesto, no demasiado, no hay que darle tantas vueltas), hemos aprendido de todo lo que hemos vivido, hemos extraído conclusiones y hemos madurado (al menos, un poquito). Vamos estableciendo poco a poco, en la medida en que los días que corren nos dejan, nuestras vidas. Casa, trabajo, dinero (siempre relativo, claro está)…

Y, de repente, miramos atrás y nos preguntamos, de algún modo, qué ha pasado con lo que éramos. Yo, al menos, lo he hecho más de una vez. Pero se deja el tiempo pasar, como si él sólo fuera a hacer algo más que cerrar, cada vez más, el recuerdo. Mas con esto ocurre, supongo, como con los amores: el destino, en el que sólo creo relativamente, se empeña en que algunas personas nunca dejen de forma parte de tu vida (llámalo destino, llámalo pura cabezonería del corazón), y algo tan absurdo como quedar una tarde (algo que todos los días se hace con algún amigo, un gesto común, aparentemente sin mucha importancia) nos hace retroceder en  el tiempo a la vez que nos permite reencontrarnos en el presente evaluando los daños que las ausencias hayan podido causar.

Por suerte, a mi parecer, no han sido tantos. Seguimos siendo nosotros, con nuestros recuerdos y nuevas experiencias añadidas en la maleta del saber, cada uno con su perspectiva de lo que compartimos, cada uno con su forma de querer al otro, pero nuestras miradas se cruzan y yo aún veo esa persona que conocí años atrás, esa picardía que disfraza a veces tu corazón, esas bromas que aligeran el peso de las penas de la vida, ese dolor escondido tan abajo, esa forma de superar todo lo que la vida te eche…

Sabes que éste es mi mundo secreto, que el papel es la forma más directa que conoce mi corazón de comunicarse, así que no podía dejar de escribirte esto, de dedicarte algo hoy a ti, que me has recordado tantas cosas y que me has hecho sentir como si, en parte, apenas hubiera pasado el tiempo. Agradecer el cariño que una recibe siempre es necesario y totalmente justo y éste es el mejor modo que conozco.


Perdona si las fotos son algo que preferirías no ver. Recuerda, amigo mío, que cuando el pasado duele es porque, de alguna manera, fue importante para nosotros. Así que, de vez en cuando, no está de más volver la vista atrás y permitir que nos atrape unos segundos, sobre todo si, al regresar la mirada hacia el presente, lo mejor de él sigue a nuestro lado. 

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