jueves, 12 de marzo de 2015

SE LLAMA SEXO

Dicen del acto sexual que es el modo en que más cerca están un hombre de una mujer, aunque en estos tiempos habría que añadir una mujer y otra mujer o un hombre y otro hombre. Dicen que es una experiencia necesaria y que forma parte de nuestras vidas, marcando de un modo u otro las relaciones que se tienen con determinadas personas. Dicen también que existe sexo sin amor y amor sin sexo, pero que la combinación de ambos es el ideal de la felicidad y del pleno gozo. Pero, ¿qué ocurre cuando el sexo y el amor no se complementan? ¿Qué hay de cuando uno no completa al otro? ¿Qué ocurre si el sexo, en lugar de alimentar el amor, protagoniza con él una encarnizada batalla que, poco a poco, va apagándolo sin remedio?
Porque es cierto, puede haber sexo sin amor, sexo desenfrenado en una noche de pasión con personas a las que apenas conoces pero con las cuales compartes cada centímetro de tu piel por unos instantes. Y puede haber amor sin sexo, ese amor puro e idílico de los enamorados que comienzan, de aquellos que no son correspondidos, de los lejanos, de los incomprendidos. Pero, desde luego, la experiencia más completa es la combinación de ambas. Y también la más complicada.

¿No es el amor lo suficientemente complejo de por sí como para encima añadirle otro condimento? Jugamos a conquistarnos entre medias mentiras y verdades a medias que al final, acabamos por descubrir nosotros mismos. Moldeamos el carácter, nos arreglamos el pelo, combinamos mejor la ropa y dulcificamos la voz con tal de lograr nuestro objetivo: ser amados. Y cuando todo eso está conseguido, cuando el sentimiento os cala a los dos por igual, cuando a pesar de todo os sabéis enamorados, el sexo puede convertirse en el mejor modo de demostrarlo, uniéndoos más allá de la piel; o en la peor barrera. Tal vez por eso antes se llegaba virgen al matrimonio, para evitar problemas de este estilo hasta que ya fuera demasiado tarde como para “arrepentirse”. O tal vez por ello había tan pocas personas mayores que hicieran el amor una vez que tuviesen a su último hijo. El caso es que algo tan natural, tan sencillo y tan íntimo como el sexo, puede ser la mayor satisfacción del mundo… o el peor de los problemas.

Porque nos enamoramos de un carácter y no de un sexo. Nos enamoramos de un cariño constante, y no de un polvo rápido. Nos enamoramos de una persona y no de un cuerpo. Y, sin embargo, es tan fundamental que ese polvo sea bueno, es tan importante ese cuerpo, es tan necesario que se complemente con el tuyo, que sea parte de ti de un modo tan especial…

Dicen del sexo que tiene que ser tuyo, que tú pones las normas, que tú decides. Que hagas sólo aquello que desees hacer, que no dejes que te manipulen, que lo disfrutes tú, que valores tu cuerpo y, sobre todo, que te respetes y te hagas respetar. Pero olvidan un detalle fundamental en todo esto: el sexo lo hacen dos, y como par individual, no siempre se tienen las mismas aspiraciones y deseos. ¿Qué ocurre cuando tu pareja y tú buscáis cosas distintas en la cama? ¿Qué pasa si lo que tú quieres no lo desea la otra persona? ¿Y si la otra persona quiere algo que tú no deseas probar? Cuando las discrepancias surgen en cualquier otro plano, (ocio, tiempo libre, trabajo, niños, hogar…) la solución es clara: ambos ponen de su parte para contentar a la otra persona en la medida de lo posible, aunque ello conlleve sacrificar parte de lo que tú soñabas. Pero, ¿y en la cama? ¿Podemos llegar a la misma solución?

Lo sensato sería decir que sí. Pero el sexo no es sensato, por gracia o por desgracia. ¿Se puede llegar a un acuerdo? Sí, pero a un precio demasiado caro para ambos. Cuando en la pareja una persona desea algo que la otra no está dispuesta a hacer porque no lo disfruta, porque no se siente a gusto o, simplemente, porque no quiere, ¿cómo ceder ambos un poco? ¿Acaso existe ese “poco”? Tal vez se podría pensar que el que desea hacer algo que el otro no quiere debe “aguantarse”, pues seguro que habrá algo que él no quiera hacer y la otra persona sí y estarán “en paz”. Pero sería injusto, porque esa persona tiene derecho a disfrutar plenamente del sexo y tal vez ese deseo insatisfecho se lo impida para siempre. Puede pensarse entonces que es la otra persona la que debe ceder, pues mejor será que uno haga algo que no desea a que otro quede siempre con las ganas. Pero de nuevo sería injusto sacrificar la felicidad de uno por lograr la del otro. ¿Entonces? Volvemos a buscar el término medio, en el que ninguna de las dos personas queda satisfecha. Uno, por no lograr del todo lo que quiere. Otro, por tener que renunciar a parte de sus principios sexuales. Conclusión: Insatisfechos ambos. Y esta insatisfacción puede llevar (o lleva, irremediablemente), al fracaso en la cama y al fracaso, por tanto, de la pareja.
 
Es curioso. Es la parte menos comprometedora de todas, el sexo, el sexo que se puede tener con desconocidos sin más complicaciones, la piel con la piel, besos y algún que otro orgasmo; y sin embargo, pese a ello, puede ser definitivo en un pareja.

Definitivamente, no podemos decir que el sexo sea algo único de cada persona y, a la vez, es lo más íntimo y personal que tenemos. Y aunque sea un acto natural, el fin del mismo puede hacer que cambie mucho su importancia. Hacer el amor por el simple placer de hacerlo puede ser sencillo o hace que te enamores de alguien para siempre. Hacer el amor de verdad, como acto puro e íntimo de amor, puede hacer que te des cuenta de que necesitas algo más para sentirte satisfecho sexualmente, que algo no va bien en tu pareja, que hay que hacer un esfuerzo por lograr ese falso “medio” en el que ambos os sintáis a gusto.


Como todo lo humano, el sexo es complicado, y quien crea lo contrario es que no comprende realmente el significado que implica esta palabra. Sin embargo, nadie dijo que fuera fácil. Y no hay ciencia ni letra que desentrañe los caminos de esta práctica, precisamente porque es íntima y social a la vez. Lo que está claro es que desnudos no hay lugar para las mentiras y al compartir tu cuerpo con otra persona puede ocurrir que el corazón se una para siempre… o decida volar lejos de las pasiones banales en busca de algo mucho más etéreo e infinito…

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