Antes de entrar de
lleno en el tema del que quiero hablar me gustaría aclarar que vivo con dos
perros. Una de ellas es mía, la adopté cuando apenas tenía tres meses y ahora
va a cumplir seis años. Forma parte de mi casa y de mi familia, la quiero, cómo
no, porque siempre está ahí, para bien o para mal, porque yo escogí tenerla y
le debo cuidado y cariño; la quiero, sí, pero con un amor que no se puede
comparar con el que siento por familiares o amigos, porque es un animal, no una
persona. No es mi hija, ni mucho menos, ni mi hermana ni mi amiga.

La otra perrita con la
que convivo es de mi hermano. Se la encontró abandonada, atada a la farola de
un bar a las dos de la mañana. Podéis indignaros, criticar al que lo hizo, llevaros
las manos a la cabeza… ya casi lo veo. Pero, sinceramente, no sé por qué debería
sorprendernos. El ser humano es el único capaz de hacer daño por hacer daño,
¿hace falta de verdad que sea contra un animal para que nos demos cuenta de
ello, para que nos indignemos, para que reaccionemos?


Algunos me saltarán que no es lo mismo, que los animalillos
son seres indefensos y que alguien tiene que velar por ellos pero… ¿de verdad
no están indefensos esos bebés, esas mujeres y hombres maltratados previamente
psicológicamente, esos niños que confían en sus familiares? Voy a ir más allá,
el ser humano sigue entrando en guerras, sigue habiendo asesinos, secuestradores
y violadores que hacen daño a personas que ni conocen solo por el placer de
hacerlo, sin duda, desequilibrados mentales, sí, pero… si hay personas que hacen
daño a otras personas, ¿cómo podemos siquiera pensar que no va a haber personas
que hagan daño a otros animales que no son de su especie?
He comenzado diciendo
que quiero a mi perra, sí, la adoro. Pero, por mucho que me doliera, por mucho
que sé que viviría siempre con esa imagen en mi mente, si tuviera que elegir
entre ella y un ser humano… no habría duda. El ejemplo típico es el del
precipicio, supongo, si tuviera a cada uno en una mano y sólo pudiera sostener
a uno, ¿a quién soltaría? Sé de personas que dirían que soltarían a la persona
porque su perro es como su hijo pero… por mucho amor que le tenga (y que conste
que es muchísimo, que a veces sueño que le pasa algo a mi perrita y me
despierto muy agobiada), un ser humano es un ser humano y no se puede elegir.
Por suerte, no hay precipicios a la vista y la elección no es necesaria.
Y sí, creo que aquí es
donde está el meollo de lo que quiero decir. Soy de las primeras que admite que se me cae la baba con un cachorrillo de perro o gato, que se agacha para tocar cualquier animalillos que se ponga por delante, que mira con lástima los animales tras los cristales de las tiendas de animales preguntándome si realmente estarán bien o no, Me siento orgullosa de esas
personas que dan la cara por otros animales, de esos seres “indefensos” que,
aunque sin duda son más fuertes que nosotros (leones, osos, tigres, elefantes…
¿quién duda de su superioridad física? Y, pese a ello, siguen sufriendo el
maltrato en circos, siguen encerrados en jaulas en algunos zoos, siguen siendo
cazados y subyugados por el ser humano, sin duda, inferior si nos enfrentáramos
cuerpo a cuerpo con ellos), tienen la desventaja de no pensar, de no razonar,
de no tender trampas ni intuirlas. Pero creo que, ante todo, deberíamos estar
nosotros. Nosotros, los humanos. Entiéndase por humano todos los seres humanos
que ejercen su humanidad. Para mí hay personas que han perdido esa categoría,
que conste. Pero el resto, sigue estando por delante de los demás animales,
aunque sólo sea por compartir conmigo la especie. Sí, tenemos razón y podemos
elegir, claro está. No somos igual que el resto de los animales pero… ¿de
verdad tenemos que elegir? Quiero decir, ¿hasta qué punto se antepone la vida
de un ser humano (vuelvo a recalcar que para mí es todo aquel que aún conserva
su humanidad) a la de un animal?
Ojo, no estoy diciendo
que los que defienden los derechos de los animales no piensen en las personas,
esto no es un juicio contra las denuncias ante el maltrato animal porque creo
que es necesario que salga y que salga de nosotros, los humanos (si los
animales se pudieran defender en ese sentido, no seríamos los únicos seres
vivos dotados de razón). Sólo estoy diciendo que, por favor, no perdamos la
cabeza, no nos excedamos con ciertos límites. Que no olvidemos que somos
humanos y que hay miles, millones de seres humanos en este mundo que lo están
pasando mal, que están sufriendo, que necesitan ayuda también y que, tal vez,
están siendo olvidados. Personas que están perdiendo su hogar, que no tienen
que comer, niños que no tienen regalos por Reyes, niños que no tienen que
comer, otros que carecen de las vacunas necesarias, algunos que morirán sin
dejar de serlo, tan pronto, tan antes de tiempo…
Realmente, nunca lo es,
por suerte, y podemos ayudar a animales y seres humanos por igual. Así pues,
sin desear que esto sea una crítica para los que dan la cara por los
animalillos que lo merecen, por favor, no perdamos nunca de vista qué somos. Y
que, ante todo, estemos nosotros como seres humanos. Somos la única especie que
se autodestruye a sí misma así que, si queda alguien con humanidad suficiente
para apiadarse de otra especie, espero que haya esperanza para la humanidad en
sí. Como decía aquel anuncio, “el ser humano es el único que puede salvar a
otro ser humano.”
Y en nuestras manos
está salvarnos… y salvar al resto.